Dentro del útero, los genitales y el cerebro están, pues, expuestos a diferentes entornos de «hormonas, nutrientes, medicamentos que la madre toma durante la gestación y otras sustancias químicas» que afectan a la diferenciación sexual con varias semanas de diferencia. «La diferenciación sexual de los genitales se produce en los dos primeros meses de la gestación -escribe Dick Swaab, investigador del Instituto Neerlandés de Neurociencia, sito en Amsterdam-, mientras que la diferenciación sexual del cerebro no empieza hasta la segunda mitad del embarazo».